3.9.13

INFANCIA Y VOCACION (segunda parte)

Después del telégrafo vino el empleo en el Registro Civil. Su amor por la poesía estaba intacto. Desde los 16 años ya era el poeta de su pueblo y colaboraba con el semanario local La Libertad y también en el diario La Razón de Chivilcoy. César Tiempo dirigía por entonces, en Buenos Aires, la revista literaria Columna. Leyó al poeta de Alberti y le pidió una colaboración. Juan le mandó su poema “17 hombres y un barco”. Así debutó en los círculos literarios de la Capital. Juan perseveró. Le mandó al director de las ediciones Teatro del Pueblo un poema y un cheque de $ 4,50 para suscribirse a la publicación. El director le publicó el poema y le devolvió el cheque con una carta que decía: “Usted ya es uno de los nuestros por derecho propio…” Su amigo, el poeta Vicente Barbieri, hizo que Juan aceptara a los 27 años la secretaría de la comuna en Coronel Mom, un pueblo de 800 habitantes, perteneciente al partido de Alberti, donde cosechó muchas amistades por lo que nunca tuvo que labrar un expediente, ya que todos los problemas los arreglaban charlando. Allí vivió hasta que llegó el “gancho” del poeta Juan Bazán para que se fuera a Buenos Aires como redactor publicitario.

INFANCIA Y VOCACION

Fue monaguillo junto al padre Darío Broggi en su pueblo natal Alberti. El fue quien advirtió la inteligencia de Juan y habló con sus padres para que lo enviaran a Buenos Aires. Pero las distancias eran largas, el amor por el chico grande y el dinero escaso. Al terminar la escuela primaria entró como mensajero en el telégrafo del pueblo.

Una anécdota -ya hombre en Buenos Aires-, pinta lo aprendido en su primer trabajo: estaba una tarde en un café céntrico y en una mesa cercana estaba Atahualpa Yupanqui, que jugaba con la cucharita del café. 
Juan prestó atención a los sonidos, tomó un tenedor y una cuchara y surgió el siguiente diálogo en código Morse:
J.F.B.: ¿usted fue telegrafista verdad?
A.Y.: si, pero eso fue hace mucho tiempo.
J.F.B.: me di cuenta porque estaba cantando poemas con la cucharita.
A.Y.: Claro. Han pasado más de 40 años y me pasó lo que decía Amado Nervo: quien lo aprendió no lo pudo jamás olvidar…

Se miraron y rieron. Cosas de la vida. La magia de la guitarra de Yupanqui y la inspiración poética de Ferreyra Basso se fundieron, por unos minutos, en la curiosa confabulación de una cucharita y un tenedor en un bar de Buenos Aires.